Felonía en voz alta

 


Mis ojos sólo querían ver el reflejo de esa mirada expresiva, mis oídos querían volver a escuchar esa respiración arrítmica , mis manos querían volver a sentir los latidos de su corazón en las suyas. Mi nariz volvió a oler su aroma y mi boca quería rozar los vacíos en la piel que hace mucho no sentía. 


Me pregunté cómo hablarle de esta incertidumbre de querer verle desde antes de la última vez. Del miedo de conocer el efecto de los años y la lejanía. Del miedo de asimilar sus labios y su piel en otra que no fuera la mía. 


¿Cómo desplazar mi mirada en la veracidad de las líneas anteriores? ¿Cómo encubrir ese idilio que era más que clandestino?

Del grito de culpabilidad no queda casi nada desde la vez que lanzó la granada de su boca diciendo “te quiero”. Su voz ahora es un susurro prohibido que solo escucho cuando le miro fijamente. 


Y ahora que hemos escrito poemas en nuestras manos, ahora que nos hemos capturado, gritado y recorrido. Ahora que tenemos firmas en los labios, no sujetamos más que la cuerda para permanecer callados. 


Carolina Arana Rojas.


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