Una manada de esquizofrénicos llegó al pueblo.
Éramos los Restrepo y vivíamos en una casa de bareque y barro con techo de paja cerca de la iglesia del pueblo, el Salado, un pueblo bonito y tranquilo, uno de los mejores en la producción del plátano, la yuca y el tabaco. Lo llamaban “la tierra bendita” y pa' qué pero ese sí era un pueblo bien tranquilo donde todos nos conocíamos, no había ningún tipo de odio o envidia por tierras si hubiese llegado a existir pa’eso teníamos la iglesia cerca.
Yo vivía con mi hermana menor, se llamaba Viviana y tenía ocho añitos estaba en tercero y le gustaba jugar futbol en la cancha con Carlitos, su mejor amigo. También vivía con Diego, mi hermano mayor, tenía diecinueve años y cargaba bultos de yuca y plátano en una camioneta que se dirigía a las demás veredas o corregimientos para vender, mi mamá y mi papá, Sandra López y Prudencio Restrepo, mi papá era un campesino sembrador de yuca y plátano mientras que mi mamá era una ama de casa dedicada a la familia y al cuidado del hogar.
Fernando, el compañero de mi hermano se había enfermado y no podía acompañarlo a los pueblos cercanos para vender los bultos de yuca, Así que Diego me pidió amablemente que lo acompañara a venderlos y yo con una alegría inmensa le dije que sí.
-Ponéte el sombrero de mi papá y una camisa manga larga que allá da mucho sol- dijo Diego.
Primero arrimamos a la finca donde trabajaba mi papá, montamos los bultos a la camioneta con unos de sus compañeros.
-¿Trajeron los papeles?-preguntó mi papá secándose el sudor de la frente.
-¡No!-¡Si!- respondimos Diego y yo mirándonos de lado.
- ¿Los trajeron o no?
-Diego sí, pero yo no pá- Dije yo.
-¿Y entonces cómo piensan irse sin papeles? Eso es muy peligroso culicagados.
-Está bien pá, ahora arrimamos por ellos a la casa- dijo Diego.
Nos despedimos de mi papá y emprendimos el camino al pueblo más cercano,pero,cuando estábamos en una curva vimos que habían unos jeep Willis detenidos, mi hermano salió para ver que estaba sucediendo, se quedó hablando con unos señores y volvió a entrarse.
-¿Qué pasa?- le pregunté yo.
-Nada, nos vamos a devolver despaciecito a la casa por tus papeles.
- ¿Por qué? ¿Qué pasó Diego?
- ¡Ya deja de preguntar que me estresas Silvana!- me respondió Diego pegándome con la palma de la mano en la cabeza.
Mi hermano iba a retroceder pero un grupo de hombres vestidos de verde, empezó a gritar diciéndole que se detuviera. Diego me miró y asustado me pidió que no hablara.
-¿Se puede saber de qué huía joven?- Le dijo uno de los hombres.
- De nada, señor.- respondió Diego.
-Sus papeles y los de la señorita por favor.
Diego sacó sus papeles y se los dio al señor, pero entonces él preguntó por los míos.
-Yo soy menor de edad, y es mi primera salida del pueblo, solo estoy acompañando a mi hermano.-dije yo un poco asustada.
-¿Cuál es su nombre?- me preguntó ese hombre.
-Silvana Restrepo López le dije mientras un hombre lo escribía en un cuaderno azul.
Nos quedamos casi toda la mañana en esa fila de jeeps y Diego no dijo una sola palabra hasta que llegamos al otro pueblo, decidió abrir su boca solo para refunfuñar.
-Eso no está bien Silvana, si te digo que hagas silencio, lo haces y ya, vos no conoces como son las cosas.
Cuando volvimos a la casa, Diego me dijo que no podía decir lo que nos había pasado en carretera, y así fue. Al siguiente día volví a la escuela y saludé a Angie, una compañera mía y me dijo que al igual que muchas de nuestras compañeras se había enamorado de uno de los paramilitares que mantenían yendo al pueblo, que se llamaba Juan Pablo y le había dicho que la vida en el monte era mejor, me dijo que quería presentarme uno y yo le dije que no, mi papá no me dejaba tener novio y además me daba miedo, yo no volví a verla en unos meses.
Un día me dio por preguntarle a Diego que pasaba si mi nombre estaba en ese cuaderno azul y el no supo responderme, agachó la cabeza y se sentó en una piedra, me dijo que no tenía idea pero que presentía al igual que el resto de los habitantes del pueblo que no era nada bueno; empecé a sentir miedo por lo que podía pasar y quería decirle a mi papá pero eso ameritaba un regaño para Diego, así que lo dejé pasar.
Dos días después, llegaron al pueblo los mismos hombres que nos habían detenido en la carretera, junto con unos trescientos más, me dio muchísimo miedo y corrí a la casa en busca de Diego,me dijeron que me escondiera y que no me dejara ver, llamó a mis papás y nos dijo a todos que nos escondiéramos, mamá me tomó del brazo y cogimos loma arriba sin saber para dónde se habían ido Diego y mi papá, nos escondimos en un matorral y vimos una casa naranja,corrimos hacia ella y en ese momento empezaron a sonar los disparos y los gritos de toda la gente del Salado. Le pregunté a mi mamá por Viviana y se sentó a llorar, en un nido de llanto me dijo que se había quedado en la cancha de futbol con Carlitos, inmediatamente supimos que no volveríamos a verlos, me asomé por la ventana de esa casa para ver que estaba sucediendo y uno de ellos se asomó al mismo tiempo que yo.
-Salgan malparidos guerrilleros o lo matamos a todos-gritó uno de ellos.
Al ver que no salíamos amenazaron con disparar indiscriminadamente, pero ninguno de nosotros salió. El hombre que se asomó al mismo tiempo que yo, se me hacía conocido pero no recordaba porqué, de una sola patada derrumbó la puerta de madera de la casa naranja y nos apuntó con el fusil a la cara, nos sacaron a todos uno a uno, a los hombres los separaron de nosotras y los mandaron a la cancha de futbol en donde se escuchaba música en alto volumen y a nosotras nos pusieron en una fila india con las manos en la cabeza hacia la iglesia, un montón de hombres nos apuntaban con los fusiles en el cuello. Una vez ya todas adentro nos hicieron sentar y empezaron a llamar a muchas de ellas, las que alzaban la mano aceptaban que ellas eran a quienes llamaban las sacaban y las ahorcaban, las golpeaban con palos, las halaban del pelo, las escupían o las degollaban. Mi mamá me miró y me dijo que alzara la mano cuando mencionaran mi nombre. Luego de unos minutos, llegó el hombre que había preguntado por mis papeles, en ese momento me dije a mí misma.
–Estoy muerta. Me señaló y me preguntó si era Angie Lorena Sánchez y le dije que no, Angie era mi amiga y yo era incapaz de delatar quien era, ella estaba al frente mío y entonces recordé que el hombre que se asomó era quien se había llevado a Angie al monte durante unos meses, el hombre que entró dijo:
–Ya van a saber zorras, que le pasa a las que quieren ser mujer de un Paramilitar, y enseguida señaló a Angie, la sacó de la iglesia halándola del cabello, y el maldito esquizofrénico que se encargó de darle muerte, la degolló y luego como el enfermo que era, entre risas se devolvió a la iglesia por su siguiente víctima.
Mientras a nosotras nos señalaban dentro de la iglesia, afuera los esquizofrénicos saqueaban las tiendas, violaban otras mujeres, se sentaban en los billares tomando el licor robado, y en la cancha desmembraban a los hombres que aparecían en el famoso cuaderno azul acusados de ser guerrilleros. Les cortaban los dedos,las orejas o sus extremidades con motosierras, destornilladores, piedras y palos, mientras escuchaban música a todo volumen, unos de los campesinos corrieron solo con la maldita suerte de ver el macabro espectáculo.
Finalmente me llamaron a mí y la compañera que estaba al lado de mi mamá se levantó y me señaló, el paramilitar esquizofrénico me levantó me llevó a una casa cerca de la iglesia y dijo a un grupo de ellos – Listo, aquí está la comida. Yo Caí inconsciente en el suelo, pensaron que estaba muerta y ahí me dejaron, cuando desperté, el dolor era insoportable, fui a la iglesia y me encontré con una escena aterradora, me enconté a un pueblo de difícil acceso que hasta Dios había abandonado.
Esa manada de esquizofrénicos habían acabado con el pueblo.
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